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Cuando una niña desde pequeña ha sido orientada por la madre en los cambios de su cuerpo y sobre las implicaciones de la menstruación, probablemente asuma la consulta con cierta naturalidad -dentro de la ansiedad normal que esta situación de invasión a la intimidad puede generar-. Si no ha habido orientación en este sentido y la información ha sido recopilada un poco aquí, un poco con la amiga y otro poco en una revista, es probable que la ansiedad sea mayor y las expectativas generen gran aprensión. Sin embargo no será sólo la experiencia previa lo que determinará la actitud hacia la consulta, sino también las características de personalidad.
Las jóvenes generalmente son llevadas por sus madres a la consulta ginecológica en el momento del desarrollo -o un poco antes-, sin embargo cuando las adolescentes empiezan a experimentar la sexualidad, la presencia de la madre en un asunto tan privado pudiera convertirse en una situación incómoda. El médico en esta etapa vital puede percibirse como confidente y consejero de la paciente, pero en algunos casos como cómplice de la madre, por lo que la presencia de un tercero en consulta puede vivirse como una experiencia persecutoria. Pero esto no siempre es así, de hecho las jóvenes que viven de forma simbiótica con la madre (donde la sexualidad está inhibida y no hay espacio para desarrollar la propia individualidad) requieren -y esperan- la presencia materna para sentirse protegidas, en una situación que puede ser a veces fantaseada hasta como una “violación”. En otros casos, cuando no hay la suficiente confianza con la madre, las jóvenes acuden con una amiga que sirva de apoyo ante una situación que genera temor y vergüenza, pudiendo sentirse profundamente solas o por el contrario muy libres. La diferencia estará determinada siempre por las características de personalidad de cada quién o por lo que en psicología profunda se conoce como arquetipos.
No es igual, por ejemplo, la relación que mantiene con su cuerpo una mujer que encarna el arquetipo de Afrodita que una Deméter, Artemisa o Atenea.
Vamos a detenernos brevemente en cada una de estas “formas de percibir el mundo”.
La mujer Afrodita, independientemente del cuerpo que tenga -sea gorda, flaca, alta o baja- se sentirá a gusto con él, tenderá a embellecerlo y cuidarlo. Vivirá a plenitud su sexualidad y probablemente el tema de la maternidad no sea su preferido. La aproximación a la consulta ginecológica puede girar en torno a las preocupaciones en relación al embarazo y a los métodos para prevenirlo. La promiscuidad puede ser un factor de riesgo en relación al contagio de enfermedades venéreas, ya que en estas mujeres predomina la pasión sobre la razón. Tenderá a escoger un especialista de sexo masculino.
Artemisa mantiene una relación virginal con su cuerpo, no será muy amiga de los médicos y ante cualquier dolor o molestia preferirá esperar que el organismo retome su estado de equilibrio antes de decidirse a concretar una cita médica. Siente que los tratamientos y exploraciones son una invasión a su cuerpo. Ella cree firmemente en la sabiduría y equilibrio natural del organismo y es probable que explore con la medicina natural, sólo cuando se vea forzada a someterse a tratamiento tenderá a escoger especialistas de sexo femenino. Para ella el hombre es percibido como un extraño e invasor de su mundo íntimo que guarda con tanto recelo. Considera que una mujer es cómplice por naturaleza y que sólo por vivir experiencias análogas a ella se encuentra en capacidad de comprenderla.
Atenea, la mujer racional, cerebral y organizada, con su gran desarrollo intelectual vive separada de su cuerpo, considerándolo una parte utilitaria del cual se acuerda cuando enferma. Escogerá preferentemente a un médico hombre, que sea el mejor o el de mayor renombre, alguien a quien ella estime por su desarrollo profesional. Es probable que llegue a la consulta con una hipótesis diagnóstica ya estudiada, entrando en competencia con el especialista y en consecuencia cuestionando los tratamientos. Son mujeres difíciles, duras e inteligentes. La consulta resulta ser un procedimiento más, una forma de prevenir y controlar los desajustes del cuerpo y preservar la salud. Muchas mujeres dedicadas a la medicina responden a este arquetipo.
Kore (niña en griego antiguo) es la doncella, la mujer-niña, tímida y pasiva, temerosa. Percibe su cuerpo aniñado sin estar consciente de sus atributos sexuales ni sensuales, no ha integrado la imagen de la mujer en su psique por lo que puede percibir innecesarios los chequeos o tratamientos ginecológicos. Es la mujer que tiembla antes de entrar a consulta, se siente agredida y vulnerable (creo que en todas las mujeres en algún momento se ha despertado este arquetipo frente a una consulta ginecológica) donde el médico puede ser percibido –en analogía con el mito – como el raptor que inicia a la joven hacia una nueva experiencia vital. Estas pacientes son las que no saben acudir solas a consulta, y por lo general van en compañía de la madre quien suele calmar sus angustias. La madre es más que seguro que escoja a un especialista de sexo femenino para no exponer a su niña en las “garras” de los masculino.
De esta manera vemos que existen diferencias personales que pueden determinar la selección del médico, y a pesar que las pacientes expongan las razones aparentemente más disparatadas e irracionales, sabemos que la elección final no será producto del azar sino de la “huella arquetipal”:
“Si me va a tocar, ¡que sea un hombre!”(Afrodita)
“Una mujer entiende mejor” (Artemisa)
“Qué sabe un hombre sobre el cuerpo de una mujer si nunca ha tenido la regla!” (Artemisa)
“Prefiero a un hombre porque me siento protegida” (Deméter)
”A mí que me lleven y que apaguen la luz, yo cierro los ojos y espero a que haga su trabajo” (Kore)
“Para mí es suficiente que sea un excelente profesional, pero no sé por qué me da más confianza un hombre” (Atenea)
Muchas mujeres podrán argumentar que no escogieron al médico sino que de pequeñas simplemente “las llevaron”; así ocurrió y así lo asumieron. Este pudiera ser un argumento y ejemplo de identificación materna (“Como mi madre escoge un ginecólogo mujer/hombre, yo así lo hago). Esto no representa ningún problema, al contrario, es siempre bueno contar con un especialista de confianza en la familia. El problema existe cuando la mujer aún no sintiéndose cómoda con el género de su médico lo sigue por costumbre, rutina o por compromiso familiar/social.
Hay un momento vital en que la mujer asume la consulta con el ginecólogo de forma muy diferente y es durante el período del embarazo. En esta etapa generalmente se activa el arquetipo de Deméter por lo que para ella estar embarazada requiere de atenciones muy distintas a las que pueden darse normalmente en una consulta ginecológica. Un buen médico, practica este cambio lentamente y sabe por experiencia cuando debe dejar de ser percibido por su paciente como un ginecólogo para convertirse en obstetra. Esta disposición genera un ambiente de confianza y tranquilidad emocional en la futura madre durante los meses siguientes de gestación. La mujer al entrar a la consulta desearía quedarse allí siendo mimada e informada sobre el más mínimo detalle sobre cada uno de los cambios que le esperan. Esto, siempre y cuando sea un embarazo de evolución sana y normal. Encontramos así a dos individuos que representan personajes profundamente distintos en períodos vitales claves: mujer y ginecólogo, madre y obstetra.
Durante el embarazo “algo” cambia interiormente en la psique de la mujer y se esperaría que la actitud del médico estuviese encaminada hacia la sensibilidad y versatilidad para poder responder a las necesidades antagónicas presentes en cada una de sus pacientes. La mujer embarazada tiene demandas, inquietudes, temores y expectativas tan variadas –no siempre manifiestas- que para el médico tratante puede resultar difícil intuir y responder a estos cambios. Sin duda la maternidad transforma a la mujer, la coloca en un estado de mayor receptividad y sensibilidad por lo que puede sentirse subjetivamente maltratada si no se siente comprendida por quien será una figura fundamental en los próximos meses: nada más y nada menos quien se encargará de traer a la luz a su hijo.
Es importante aclarar que hay mujeres en las que el instinto materno nunca despierta y prefieren un obstetra técnico (generalmente las mujeres Atenea). Su interés se centra en conocer los aspectos formales de la consulta y predomina la desconexión con su estado. Este tipo de paciente no es la ideal para un obstetra conectado con su vocación, pero es una realidad entre muchas otras.
Siempre se habla de la sensibilidad de la paciente y se obvia la sensibilidad del obstetra. No se comenta acerca de la mujer embarazada aislada afectivamente de su condición; sin embargo se critica el tecnicismo y la frialdad de los médicos, pero si éstos se muestran sensibles dan entonces una falsa imagen de debilidad o fragilidad.
¡A ellos tampoco se la ponen fácil!
Si recordamos la historia del centauro Kiron, el arquetipo del curador-herido, sabemos que su función sanadora estuvo íntimamente relacionada con su propia herida, es decir con su dolor físico y psíquico. Aquí subyace el principio que para poder curar a otros hay antes que haber experimentado dolor. Es a través de la sensibilidad que nace del dolor desde donde surge el espacio terapéutico y la actitud encaminada a la curación.
¿Dónde está el punto de equilibrio entre sensibilidad y técnica?
¿Por qué donde a uno le parece excelente un especialista a otro le decepciona y viceversa?
Cada quien encontrará su respuesta en base a las experiencias vividas. Creo que la vida es muy amplia y debemos dejar espacio a sus diversas manifestaciones. Dependiendo de las necesidades internas que estemos experimentando en un momento, éstas darán origen a interesantes encuentros o a veces a amargos desencuentros. Esto es válido en el ámbito de todas las relaciones humanas donde la actitud que se asuma ante la realidad del otro, puede ser la clave para establecer relaciones de calidad.
La selección del especialista en ginecología/obstetricia es una decisión personal de la mujer que puede estar determinada por infinidad de situaciones y variables. Es un asunto femenino que implica necesariamente la relación de la mujer con su cuerpo y su feminidad, la cual está asociada al vínculo materno primario.
En este escrito intentaré retratar la dinámica del encuentro entre la paciente y el médico especialista en esta área, a través de las diversas facetas evolutivas y desde la perspectiva arquetípica.
Dra. Laura Morandini. Psicólogo Clínico. Psicoterapeuta